La transformación educativa digital y sus impactos en la inclusión social- educativa
Asegurar la continuidad educativa es uno de los grandes desafíos que enfrentamos. Las consecuencias por las pérdidas de aprendizaje ocasionadas durante la pandemia pueden producir impactos en la vida de las personas: datos recientes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y de la Universidad de Harvard indican que un año escolar perdido equivale a una pérdida de entre el 7% y el 10% de los ingresos a lo largo de toda la vida (OCDE y Harvard, 2020).
Potenciar el uso tecnología emergente para la educación es una de las vías que permite que tanto docentes como alumnos exploren y descubran nuevas formas de realizar los procesos de enseñanza-aprendizaje; pero también acelera y amplía las brechas digitales y de aprendizaje, dado el desanclaje que existe entre las alternativas educativas y la realidad de los estudiantes y profesores en razón de su contexto social.
Miles de familias viven un presente de vulnerabilidad: alrededor de un tercio de la población de México se encuentra en localidades sin acceso a alguna red de fibra óptica, lo que dificulta el acceso a servicios de alta velocidad. En zonas poco favorecidas, la ruptura es más evidente: 10% de hogares que se encuentran ubicados en el primer quintil de ingresos tienen acceso a Internet, en contraste con el 50% del quintil más alto. Alrededor de 4 de cada 10 hogares cuenta con computadora y solo 3 de cada 10 con acceso a Internet. De los que cuentan con computadora, el 16% no tiene acceso a Internet y de estos dos de cada tres carece de él por falta de recursos económicos.
En la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), de la que tuve el honor de ser Rector, la pandemia del COVID-19 nos alejó de las aulas físicas, pero también nos abrió la posibilidad de constituir y de ser parte de una comunidad digital global en la que pudimos insertar a los menos favorecidos y coadyuvar con su movilidad social.
Esto implicó reconstituir, en prospectiva, los espacios físicos como ecosistemas y superar los tradicionalismos de la educación formal en los que la enseñanza se encuentra dirigida por el profesor, es impersonal, homogénea y promueve la estandarización de las evaluaciones; está caracterizada por sudivisión en niveles, clases y asignaturas y se rige por un estricto calendario de actividades.
La tecnología es fundamental y juega un papel relevante en este periodo de transformación, sí. Pero se ha cometido el error de centrar la transformación en ella y la política pública ha tomado como eje su incorporación masiva en entornos formales de aprendizaje. Y pese a ello, es práctica habitual que en los Campus se limite el uso de Internet y bloqueen contenidos en la red en “pro” de objetivos educativos formales.
La tecnología es el medio, no es el fin. Esto es así porque cada día es más evidente una de las paradojas a las que se enfrenta la Sociedad del Aprendizaje: por un lado, dado la horizontalidad en la transmisión del conocimiento, este se encuentra disponible y al alcance de todos en cualquier momento y lugar, y ello permitió continuar con los procesos educativos a la distancia mediante el uso de tecnología emergente; y por el otro, esa disponibilidad, ese uso de la tecnología y esa medida remedial evidenció la ausencia de la digital literacy tanto en docentes como en alumnos.
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